A pesar de su genio creativo, el jugador tártaro Rashid Nezhmetdinov es el gran olvidado de la historia del ajedrez.

La historia de hoy arranca a orillas del Volga, en Kazán, exótica capital de la República rusa de Tartaristán. Kazán es una ciudad milenaria en la que asoma con fuerza una mezquita, la Torre de Siuyumbiké, una atalaya que está inclinada, como la de Pisa. Cuenta la leyenda que el zar Iván el Terrible ofreció a la reina tártara Siuyumbiké ser su esposa en Moscú, pero ésta se negó. Enfadado, el zar ocupó Kazán con sus tropas y, para impresionar a la reina, mandó construir una torre en sólo siete días. Siuyumbiké, superada por los acontecimientos, aceptó casarse, pero antes subió las escaleras del torreón y, desde lo más alto, se dejó caer. Entonces, la reina se convirtió en un bello pájaro y voló lejos, tan lejos como fue capaz de batir sus alas. Hasta aquí, la leyenda. Mucho tiempo después, en septiembre de 1923, unos niños jugaban al escondite en el Palacio de Pioneros de Kazán. Quiero pensar que esa tarde los pájaros jugueteaban por el cielo y que uno de ellos, aquel que escapó, fue testigo de uno de los relatos más hermosos de la historia del ajedrez.

Puedes leer el artículo completo en la sección ‘Cuentos, jaques y leyendas’ de diario SUR , escrito por Manuel Azuaga,

Un druida en el tablero


Ilustraciones a cargo de Sr. García, un reconocido artista con premios y distinciones de primer orden en su profesión.

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